domingo, abril 15, 2007

MIGUEL PIMENTON Y LAS "ARBONDIGAS" ALEMANAS

MIGUEL “PIMENTÓN “ Y LAS “ARMÓNDIGAS” ALEMANAS

Antes de comenzar el artículo, quiero dejar claro que intento hacer una transcripción lo mas fidedigna posible, con las palabras empleadas por el personaje protagonista.

Ya no está en activo, pero sigue siendo bombero, porque la profesión, también se lleva por dentro.
Miguel “el pimentón” pa los amigos.
Mas de 1.80 de estatura y peso proporcional a tal talleje, pero mas sano, mas noble, bruto y buena persona, que Obelix.
Tuvo que emigrar a Alemania, en los años 60-70, como casi todo el mundo por aquel entonces.
Destino: la construcción, - de nuevo, como casi todo el mundo-.
La intención, era la de ahorrar para comprar aquí un terreno y hacerse una casa, en su pueblo de su alma, y a partir de ahí, seguir su vida en la tierra que le vió nacer.
Yo tuve la oportunidad de conocerlo, un día que fui a hacer una visita a mi hermano- bombero también- al antiguo Parque de Bomberos.
“Niño, ven pacá que te voy a contar una cosa, mientras hacemos la comía”, - me dijo, como si nos conociéramos de to la vida-.

Estamos preparando una olla de potaje de habichuelas, como un copón, quéate a comer con nosotros, niño”, - no, muchas gracias , le contesté.
“Niño, verás lo que me pasó en Alemania”, -me dice-
“mavía io yo, a trabajar a la obra, con otros tres de mi pueblo, allí, nos metimos en un piso con otro que llevaba mas de un año trabajando, y fue el que nos preparó los papeles, pa trabajar.

Al cabo de un par de meses, un domingo, tocaron el la puerta, por la mañana, ¿Quién pollas será ahora?, me pregunté yo.

Abrimos, y era una vieja que vivía en el piso de al lado nuestro, venía hecha un cromo,¿sabes, niño?, con una bata de guatiné hasta los tobillos, mas fea que su puta madre- nunca supe, si se refería a la bata, o a la vieja, pero creo, que a las dos por igual-, con una malla en la cabeza, niño, como las de las que traen ahora modernamente, las papas que venden en los supermercados, que sería pa aguantar mas de mil rulos que tenía liaos en el pelo.
Venían dos policías, con ella. La vieja no paraba de rabiar con nosotros y señalar pa dentro de la casa. Como yo no entendía una polla, lo que hablaba, pues cuando se jarte, de cascar, ya parará, la polla la vieja esta. Me decía yo.
En ese momento llegó er Manolo, que era el único que parchivelaba el guiri
- hablar otro idioma-.

La policía, le dijo, que tenían que entrar en el piso, porque la aguela nos había denunciao porque teníamos un perro.
“Nujotros un peeerro, ¿ande pollas está?- a mi no me entendieron, niño-.
Entraron en la casa y vieron habitación por habitación, y al ver que no había ni rastros del can, le dijeron a la vieja:” Señora usted está equivocada, porque aquí no hay ni señales, de perros”.
Pero niño, la polla la vieja, dale que te pego, que por cohones allí había un perro, y tenía que ser grande, decía la ilipollas.
Entonces, los policías, también cabreaos, le dijeron : “amos a ver señora, ¿en que se basa usté, pa decir lo del perro, tan segura?”
La vieja, soltó dos bufíos, cogió del brazo, a los policías, y tiró pa un patio chiquitillo, que había detrás de la casa, que tenía unos bidones, pa meter cosas viejas, y luego, un día a la semana se tiraban a la basura.
Entonces, había un montón de latas vacías de las grandes, de 5 kilos.
La vieja, no paraba de refunfuñar, señalando las latas.
La policía, el dice al Manolo : “Esta señora dice que aquí tiene que haber un perro grande, porque si no, que hacen aquí tantas latas de comida para perros.”
“Que comía pa perros, ni que pollas, eso son latas de armóndigas, nuestras”.

La vieja abrió la boca, y se tragó to el aire que había en el patio. Los policías se iban a partir el culo de la risa, y nosotros mas serios quer copón, niño.
Cuchi, que pollas, las armóndigas eran COMÍA PA LOS PERROS, niño, y yo que pollas iba a saber que en Alemania, los perros comían armóndigas, si mi máma, no las hacía en mi casa, nunca, la criatura, porque no teníamos un duro.
Ahora entiendo, cuando iba al super, y llenaba el carro de latas, que la señorita de la caja me miraba mu seria, como diciendo :¿Cuántos perros tendrá el tio este?, y yo, como no sabía alemán, ni pollas, yo veía las armóndigas dibujás en la lata, y al carro con ellas, que luego le dabas un calentón y estaban mas guenas quer copón, niño.
Lo que es no entender los idiomas, ¿sabes?
– terminó diciéndome-

A mi me suele todavía el costao de la risa, y cada vez que lo contaba en el Parque , los compañeros se partían el culo de la risa.
A mi me hubiera pasado tres cuartos de lo mismo, ¿a ti no?.

Un saludo
EL CORNEL

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